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LAS VIDAS
EL PROYECTO
TODAS SUS VIDAS. TODAS SUS HISTORIAS.
«Mi mayor reto en la vida es hacer de mi hija una buena persona y que llegue donde yo no he llegado por diferentes situaciones. Si mañana fuera el último día de mi vida, me lo pasaría hablando con ella».
— ¿Cómo conociste a tu marido? —Le conocí en una discoteca en Aguilar de Campoo. Él me sacó a bailar y, desde ese momento, llevamos 46 años juntos.
«Me decidí por este trabajo porque la vida me llevó a él por mi pareja. Conocí a un chico que tenía una panadería y, al final, acabé aquí con él. Si pudiera volver al pasado, cambiaría mis estudios. Yo hice auxiliar de enfermería, pero hubiese hecho enfermería. Ahora que soy más mayor, miro al pasado, analizo y digo: "Tenía que haber hecho otra cosa"».
«A mi yo de 18 años le diría que en la vida hay que ser constante con lo que quieres y sufrir por ello para no perder lo que ya tienes».
«En mi adolescencia, era una niña muy estudiosa, pero era rebelde. Yo creía que era más lista que mis padres y hacía lo que me daba la gana. La gente piensa que siempre he sido una directora modelo y prudente, aunque fui algo rebelde. Ahora, estoy muy agradecida a la congregación de los Sagrados Corazones por trabajar en algo que me encanta».
«Me siento satisfecho de mí mismo, porque he hecho las cosas que he querido hacer en mi vida. He sido transportista, he trabajado en restaurantes como camarero y fregando platos, también he trabajado en unas granjas en Australia, he hecho cosas de teatro y, ahora, soy profesor. De lo que más orgulloso estoy en mi vida es de mis hijos».
«No me he planteado nunca dejar de ser cura, pero es verdad que, a veces, hay momentos de dificultad».
«Definiría mi infancia con bastante trabajo. Mis padres no tenían mucho poder económico y había que trabajar mucho para poder seguir estudiando. Mis padres tenían ganado y teníamos que cuidarlo. En resumen: trabajar. Ahora estoy orgulloso de mi trabajo, 37 años siendo profesor de Matemáticas; aunque odio corregir y tener que suspender. Me defino como una persona trabajadora y seria, pero me gusta ser cercano a mis alumnos, comprenderlos y me siento muy feliz cuando un curso en el que aprueban todos. Algo que poca gente sabe de mí es que tengo una colección de mascotas de los mundiales de fútbol, desde México hasta aquí, y también tengo las de las olimpiadas».
«Soy cocinero porque era lo que más me gustaba. Me enseñaron en casa y, gracias a mi madre, la persona que más me ha influenciado, es lo que mejor se me da. Pero no todo es trabajo. También me gusta la caza y los deportes de montaña, además de estar con amigos y con mi hija y mi hermano, ya que son lo más importante de mi vida».
«Yo hacía mucho deporte y, con esfuerzo y dedicación, llegué a ser campeón de taekwondo de mi peso. Hace un año me hicieron un trasplante de médula. Sigo recuperándome, pero animo a todo el mundo a que done médula, ya que puede salvar vidas. No cuesta nada».
— ¿Qué superpoder tendrías? — Quizás, leer la mente, porque me ayudaría con los niños cuando no nos quieren contar cosas que les están pasando o problemas que están sufriendo.
«Para mí, el ajedrez es una pasión. La pasión realmente consiste en que cuando tú estás haciendo algo que te gusta, no tienes que buscar otras cosas. Por eso, me hice profesor. Yo no enseño por ningún interés propio, no saco ningún beneficio. Hay gente que cobra por enseñar; yo no cobro por enseñar. Cuando uno de mis alumnos me gana, me siento orgulloso, porque quiere decir que ha aprendido lo que le estamos enseñando».
«Desde hace un año y medio, decidí buscar mi propio camino. Yo nunca he sido emprendedor, y esto lo compré yo solo con mis ahorros. Estoy orgulloso de que la gente siga viniendo aquí para consumir cultura y cine legalmente. Con todo eso, he aprendido que si uno quiere, puede».
«El mejor momento de mi vida fue cuando nacieron mis hijos y el peor, cuando mi hijo tuvo leucemia con tres años y medio. Por suerte, los médicos pudieron salvarle, y eso es de lo que más agradecida estoy hoy en día».
«Con tan sólo 9 años, mi padre murió. Yo estaba muy unida a él, por lo que fue un golpe muy duro. Recuerdo que todas las noches me leía un cuento. Por esa razón, leer es una de mis grandes pasiones: es algo que él me aportó».
«La decisión que ha marcado mi vida ha sido elegir entre la educación y el deporte. Me decanté por la primera opción. En general, lo que más me gusta son los niños y conseguir que todos aprendamos. Lo que menos, la indisciplina y las faltas de respeto».
«En mis tiempos, sólo teníamos unas alpargatas para vestir bien. Por eso, cuando íbamos a la escuela, lo hacíamos descalzos para no desgastarlas. Un par nuevo costaba mucho. Al llegar al colegio, teníamos que ponérnoslas por normas de educación».
«Soy camionero y me encanta el ballet. Desde que vi a mis hijas en sus actuaciones, sentí que yo también podía ser capaz de bailar como ellas. Así que comencé a practicar hace unos meses. Al principio, no se lo creían, pero ahora, tras verme ensayar durante tanto tiempo y verme actuar, se sienten muy orgullosas de mí. No siento vergüenza por bailar. Si sintiera vergüenza, no lo haría. Lo que siento al bailar es felicidad».
«Mi mayor sueño es conseguir riqueza en el ayuntamiento para que todos mis vecinos puedan tener empleo y bienestar. En un futuro, me imagino mi municipio con buenas comunicaciones, empresas asentadas, el parque temático de la minería y con una residencia geriátrica. Esto contribuiría a generar más empleos y bienestar».
«Desde pequeña, siempre me ha encantado el deporte. Un día, un profesor me pegó el gusanillo por el atletismo. Desde entonces, muchas personas me han apoyado: mi familia, mis entrenadores y mis compañeros como, por ejemplo, Ruth Beitia, a la que tengo miles de cosas que agradecer. De todo esto, hay algo que me encanta: mis padres no se pierden ni una competición».
«Siempre quise dedicarme a algo vinculado con los niños. Desde adolescente, me ha gustado cuidar a mis primos, a mis vecinos… Ahora soy profesora de 3º de Primaria y esta me parece la mejor profesión del mundo».
«Después del accidente, estudié bachillerato desde la cama de un hospital. Es un reto, ya que tienes que compaginar la rehabilitación con las horas de estudio que tienes que invertir. Pero, por otro lado, fue de las vías que más me ayudaron a la hora de estar tanto tiempo fuera de casa. Ahora mismo, practico atletismo en silla de ruedas y le doy algo a la bicicleta. Siempre quise estudiar Fisioterapia y, ahora, lo estoy haciendo. A nivel deportivo, siempre soñé con ir a un campeonato de España y hace dos años lo pude hacer realidad».
«Ahora llevo el pelo morado. También lo he llevado rubio, rojo, negro… Me cambio el color de pelo porque soy original y me gusta verme distinta, no siempre igual».
«Tengo el mejor trabajo del mundo. Cuando ves por la mañana llegar a los niños con una sonrisa, te dan un beso y te cuentan lo que han hecho el día anterior… Cuando les ves que están tristes, les das una abrazo y les cambia la cara cuando hacen trastadas… Cuando escuchan un cuento con los ojos abiertos como platos… Y, sobre todo, cuando ves su evolución, cómo van creciendo… Ahí te das cuenta de que, a pesar de ser un trabajo muy cansado, es muy gratificante».
«Cuando estoy trabajando y veo a los niños pasar por mi garaje, les regalo silbatos de madera».
«Hubo una época en la que yo trabajaba en este colegio como sustituto y, a parte, tenía otro trabajo. Me levantaba por las mañanas, trabajaba en ese lugar, venía al colegio, terminaba aquí y seguía trabajando allí. Por eso, me defino como un buen trabajador, además de nervioso y cercano. Actualmente, los alumnos me enseñan a tener otro punto de vista diferente al que yo tengo, y me siento orgulloso cuando les enseño algo que les servirá para siempre».
«Soy bastante independiente y un poco tímida, pero, sobre todo, luchadora. Siempre lucho por lo que quiero, aunque, a veces, en la vida no todo sale como queremos».
«Trabajar en la Oficina de Turismo me ha hecho darme cuenta de que hay gente buena y muy humana en todas partes. Me permite ayudar a la gente cuando tiene problemas sobre el viaje o cuando quiere saber qué cosas visitar o hacer. También, el tener que trabajar con otras personas me ha ayudado mucho a ser tolerante, compasiva… Creo que los humanos han nacido para relacionarse y que tenemos que aprender a ser generosos y amables».
«Soy una persona valiente y nunca me rindo. Yo creo que no hay que ir a lo negativo, sino centrarse en lo positivo. Hay que superar todos los obstáculos y no arrepentirse de nada. Una vez tuve una lesión en las dos rodillas. Esto me hizo perderme alguna competición, pero conseguí seguir hacia delante. Sólo pensé en recuperarme pronto y me esforcé por seguir avanzando día tras día hasta hoy. Hace poco quedé campeona de España en carrera de montaña. Fue un gran logro: el mejor hasta el momento».
«He superado una operación muy fuerte de cáncer, pero, gracias a Dios, ya estoy bien. Di con un médico fabuloso, me atendieron de maravilla y la operación fue un éxito. Me dieron diez meses de quimio todos los viernes y ahora estoy perfecta. Lo detectaron muy pronto. »No puedo decir que la vida me ha ido mal. Me casé con un marido fabuloso. Él era un amigo, esposo y padre. Era todo. Ahora, con 71 años, no tengo metas; sólo quiero vivir con mis nietos, que estén bien y que haya paz y amor en la vida».
— ¿De dónde eres? — De Madrid. — ¿Qué es lo que más añoras de tu ciudad? — Pues... ¡las cañas y las tapas!
«Estudié Administración porque a mi padre le gustaba. Decía que había más ofertas de empleo y tenía más salidas laborales. Si tuviera 18 años de nuevo, estudiaría lo que realmente me gusta: profesora de Educación Física».
«Lo mejor de mi trabajo es encontrarme por la mañana a gente, que me saquen una sonrisa o, simplemente, que me saluden. Aunque todo tiene algo que a nadie le gusta, como personas que vienen a ensuciar, manchar e incordiar».
«Mi vida ha sido muy normal. No tengo nada de especial. Llevo una vida tranquila y sosegada».
«Estudié Relaciones Laborales porque era una carrera que me gustaba. Aprendí a resolver conflictos laborales y a llevar la contabilidad. Ahora trabajo de secretaria en una academia. Lo mejor es el trato con la gente y lo peor es que, a veces, se acumula mucho trabajo y no doy abasto. Soy feliz aquí, aunque si tuviera que cambiar algo de mi vida, sería el haber estudiado fuera y haber viajado más».
«Practico muchos deportes: voy al gimnasio, hago hand-bike, esquí, natación… Un poco de todo. Mi sueño es disputar una gran competición como los Juegos Olímpicos. Además, entreno a niños y jóvenes atletas que están en riesgo de exclusión social y con alta tasa de fracaso escolar. Yo creo que la juventud sí se esfuerza para conseguir sus metas, pero hay un miedo a que si no se consigue lo que se quiere, se intenta disimular la no consecución. Tenemos una juventud, en mi opinión, con una capacidad de frustración muy baja».
«Mi trabajo, a veces, es complicado, ya que hay que tratar mucho con la gente, y la gente suele ser complicada. Pero, por otra parte, lo más fácil es el trato con los compañeros porque son buena gente».
«De los niños que entreno al atletismo únicamente espero que se lo pasen bien. No espero ningún resultado, sino que se diviertan y conozcan este deporte, que les aporta muchos beneficios a nivel de salud, social y cultural. Aquí interaccionan entre ellos, se hacen más sociables y son conscientes de la diversidad de niños que hay, más allá de sus compañeros de clase».
«Todos tenemos una llamada y hay que escucharla. La mía procedía de Dios. Ser sacerdote es muy bonito y sublime. Es algo que yo elegí porque creo que, con luces y sombras, todos estamos entregados en lo que creemos y en la causa de los demás. Para mí, es la búsqueda de la felicidad».
«Ser conductor de autobús me vino por tradición, es heredado. Llevo a los niños al colegio y se suelen portar bien. Otras veces, no me hacen caso cuando les saludo, aunque yo quiero pensar que es porque están distraídos. Digamos que me gustan los niños, pero entre comillas».
«Cuando cerró la empresa en la que trabajaba, me decanté por ser autónomo y abrí esta tienda dedicada al atletismo, que es mi principal afición. Lo practico desde que tengo 14 años y sigo compitiendo con 39. Mis hermanas también son atletas y son mis heroínas. Las valoro mucho por lo que hacen y por su dedicación exclusiva a este deporte».
«El consejo que daría a mi hijo es que muchas veces hay que cometer un error para aprender».
«Siempre quise enseñar y trabajar con jóvenes. Me dedico a una profesión que me gusta y en la que estoy en contacto con adolescentes. Son un mundo complicado, pero muy interesante».
«Trabajar en una farmacia puede ser muy divertido porque los nombres de los medicamentos son muy difíciles y mucha gente los confunde. Por ejemplo, una vez entró una señora que, en vez de pedirnos aspirinas efervescentes, nos pidió aspirinas fluorescentes».
«Trabajo en un centro de día para personas mayores con discapacidad intelectual y física. Lo que más me gusta de mi trabajo es apoyar a las personas a potenciar sus capacidades y que, así, puedan realizar actividades de la vida diaria y participar en la vida de la comunidad. De lo que más orgullosa me siento es de mejorar su calidad de vida y, sobre todo, de hacerlas felices y de que puedan cumplir sus sueños».
«La vida te va enseñando que tienes que luchar por lo que realmente quieres. A la gente que no quiere respetar eso, no hay que escucharla jamás. Si me tuviera que definir con sola una palabra, sería ‘luchadora’: la vida me ha puesto muchas cosas en medio, todas las he superado y nunca me he rendido».
«De pequeña quería ser veterinaria por mi amor a los animales y astronauta para conocer otros planetas. A esas edades siempre te gustan profesiones raras, pero cuando eres mayor, te vuelves más realista. Ahora soy maestra y mi meta es que los 30 alumnos que tengo en clase no sólo aprueben, sino que vengan al colegio con ganas e ilusión».
«Cuando me separé de mi exmarido, tuve una temporada muy dura al quedarme sola con una niña pequeña. Ahora soy feliz, ya que vuelvo a estar casada y tengo dos hijas. De momento, no me planteo volver a Rumanía porque estoy bien aquí, pero echo mucho de menos a mis padres, a mi hermana y la comida típica de allí».
«Lo que más me gusta de mi trabajo es la relación que tengo con los niños, que me sonrían y que me llamen por mi nombre. Y lo que menos, los días que llueve, aunque hay que aguantarse».
«Con los demás se comunica mediante signos simples y empatía. Nada más».
«Desde pequeña, mi gran sueño ha sido aprender mucho y, por ello, estudié todo lo que pude: arte, letras, filosofía, literatura… Los libros han sido parte importante de mi vida. Cuando entré en la congregación, me enviaron al Congo. Fue un viaje maravilloso y lleno de buenos recuerdos. Hoy en día, no soy una persona complicada. Lo que más feliz me hace en este momento es compartir con mis hermanas la fe, la alegría de los momentos del día, un buen amanecer… Esas cosas son las que realmente sí me hacen feliz: cosas sencillas, sin ambición».
«Uno de los objetos que más sentimientos y emociones me provoca es este collar que me regaló mi madre cuando ella era joven. Sabe que a mí me gustan los complementos y la moda. Además, siempre lo llevo cuando tengo que hacer algún examen o prueba importante. Creo que me da suerte».
— ¿Tuvo que renunciar a algo cuando empezó a trabajar? — Empecé a trabajar por necesidad, como todo el mundo, pero para ello tuve que renunciar a pasar mucho tiempo con la familia. Me gustaría estar más con ellos.
«Vine a España en patera hace 5 años. El viaje fue muy peligroso, pero tuve suerte porque ni mis amigos ni yo acabamos en el hospital. Sentí mucha alegría cuando, después de un tiempo, me reencontré con ellos. Me convertí al cristianismo porque un cristiano no es la persona perfecta, sino la que reconoce que comete pecados».
«Cuando yo era pequeña, no había todas estas cosas. Sólo había chicles y sugus. Nada más».
«Antes trabajaba en el hospital de Sierrallana y me ofrecieron un cambio. Acepté trabajar en el colegio porque tratar con los niños es más alegre. Yo tenía contacto con los enfermos todos los días, me involucraba demasiado y, cuando empeoraban o morían, me afectaba mucho. Aquí me encanta hablar con los niños y me da mucha pena cuando lloran. Por eso, cuando me piden poco, les echo poco. A mí me enseñaron a comer de todo, pero sin forzarme».
«Cuando me puse de pie por primera vez en el hospital, intenté andar y me caí al suelo. Sólo tenía 13 años y fue un momento muy duro para mí, pero aprendí a salir adelante. La vida tiene altibajos. A veces estás arriba y otras veces estás abajo. Yo para atrás no miro, sólo miro hacia delante».
«Con 14 años, decidí lo que quería ser de mayor gracias a un buen profesor que me motivó para estudiar Educación Física. Él fue quien me inculcó y me animó a dedicarme al deporte. Mi gran sueño es seguir trabajando como profesor de natación y poder vivir de ello, ya que me encanta el deporte. Aunque lo que más feliz me hace es disfrutar de mi hijo y mi familia, poder llegar a casa y pasar un tiempo con ellos».
«Salí de mi país hace 12 años y lo que más feliz me hace ahora es ver todos mis objetivos cumplidos: la familia contenta, los clientes satisfechos y el trabajo completo. La vida se resume en hacer lo que te gusta, sin barreras ni límites, para conseguir hacer grandes cosas».
«Estuve 40 años sin faltar ni un solo día al trabajo. La fábrica donde trabajaba tenía una táctica que consistía en sortear unas vacaciones entre quienes no faltasen al trabajo. A Mallorca o a Canarias, donde fuese. Como las vacaciones eran y son mi ilusión, yo iba a trabajar hasta con gripe. Un año, gané el sorteo y viajé a Palma».
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